PICAO CANTADO POR TANI. CASARES DE LAS HURDES.

UN VIDEO DE GILDOMA. TORRENTES DE LAS HURDES CON TANI.

domingo, 19 de octubre de 2014

ANGELITA MARTIN MARTIN, mi homenaje en su 72 aniversario.


Es difícil, recordar a mi madre durante casi toda su vida, sin unirla a la persona de mi padre. Casi siempre un paso por detrás. El era casi siempre el protagonista de la vida familar. Casi todo giraba en torno a él. Pero la verdad es que mi padre no hubiera sido el mismo sin tener a mi madre a su lado. Geli, como la llamaba siempre, era quien llevaba siempre la carga más dura, porque con su trabajo silencioso, con su generosidad constante, su enorme capacidad de sufrimiento, laboraba para que todo estuviera en su sitio. Durante muchos años se encargó de las labores esenciales de la casa, la familia, el negocio, hasta tal punto que mi padre sólo se encargaba de poner la guinda, aunque es verdad que sin mi padre, probablemente mi madre no hubiera tenido el referente necesario para que su trabajo tuviera el reconocimiento suficiente. Mi padre tenía esa capacidad de ver e imaginar las cosas, de predecir las consecuencias de los actos y de exigir una cierta perfección en el trabajo de los demás, aunque, como todo el mundo, en su actuar algunas cosas brillaban por su ausencia. Él, metódico, aunque con cierto barullo en lo suyo, sabía imponer su voluntad, y a los demás no le quedaba otra que hacer las cosas como él quería. Mi madre, sumisa en exceso a veces, era capaz de hacerlo todo a la manera de mi padre, aunque algunas veces resultara ciertamente insoportable. Tan perfeccionista resultaba en ocasiones que era complicado trabajar con él. Generalmente tenía razón y por ello todo se olvidaba en pocos minutos. La personalidad de mi padre, inundaba todos los ámbitos de la familia. Su nerviosismo le jugaba malas pasadas a veces. Lo bueno es que sabía reconocer sus errores, y lo que es más importante, sabía como repararlos. Ello simplificaba mucho la convivencia, y los malos momentos, provocados por sucesos, comentarios, situaciones, generalmente duraban poco. Mi madre, en primer plano sufría, soportaba ese genio y también compartía los momentos de alegría y de felicidad que reportaba mi padre, que era capaz de pasar de una situación a otra en menos de un pis pas. Todo el mundo que conoce a mi madre, sabe que ha sido una trabajadora incansable y una colaboradora digna del mayor reconocimiento para su esposo. 

Hoy, mi madre, lleva tres años sin él. Estoy seguro que durante todos estos días en los que su ausencia es significativa para todos sus seres queridos, le ha echado de menos. A menudo la imagino con lágrimas en los ojos, o con la mirada perdida, porque es duro haber pasado casi tres cuartas partes de su vida ligada a una persona como mi padre.

Cualquier persona en su situación, quizás, hubiera dado un giro a su vida. Cualquiera hubiera reivindicado pasar al primer plano, dar un paso adelante y ocupar el primer puesto. Nadie se lo hubiera reprochado porque el derecho de una madre, en ausencia del padre dominante, es el de tomar las riendas e intentar guiar con sus consejos a sus hijos, al menos en lo que respecta a ciertas cuestiones que afectan a todos. Pero mi madre no quiere protagonismo alguno. Como siempre su único anhelo es que sus hijos se lleven como hermanos y que no haya tiranteces entre ellos. Su deseo es que se sigan queriendo y respetando; ayudándose los unos a los otros. Eso ha sido lo único en lo que se ha pronunciado siempre. Eso es lo único que le preocupa. 

Mi madre no es ambiciosa, no es una persona que necesite mucho, no es una persona a la que el dinero le ciegue. Su juventud fue difícil, como la de todas las jóvenes jurdanas nacidas en la posguerra. Tuvo que trabajar duro de niña, como todas las niñas de aquella época. En su juventud su vida estuvo ligada a hacer la voluntad de sus padres, a ayudar en casa, y a aportar su esfuerzo para el sostenimiento de la familia. Su juventud fue la de una humilde mocita de alquería, curtida por las inclemencias del tiempo y de una vida dura. 


Conocer a mi padre, en cierto modo la liberó, pero no sin sufrir desavenencias con su familia que seguramente le tenían previsto otro futuro no deseado por ella. Lo dejó todo y se marchó con él. Ahí comenzó su nueva andadura, uniéndose a mi padre, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad y en la que el esfuerzo y la dedicación a su esposo y a sus hijos ha sido y es una constante durante toda su vida hasta tal punto que ha sido el alma de su propia familia. Mi padre le debe mucho. Y, nosotros, sus hijos, tanto o más. Mi homenaje a mi madre: una gran mujer.



1 comentario:

Unknown dijo...

Sin palabras.GRACIAS A MI MADRE